Violeta dejó caer su bolso al suelo nada más llegar. Era la última. Nunca llegaba tarde, siempre mentía a su marido y le decía que iba a casa de su hermana a ayudarle con los hijos.
A su marido le daba igual, él solo quería ver jugar a Luis Aloy Vidal, que era un tipo que chutaba un balón y jugaba para el club de futbol de la ciudad.
Se las quedó mirando a todas, muy callada y seria. Estuvo así varios segundos.
- Habla, niña- le dijo Azucena.
Y entonces lo soltó todo.
(deja tu historia en los comentarios y lee la de las demás, la historia que más se acerque a la mía, la que yo tengo escrita, ganará una lámina mía original. Oh! Yeah)
2 comentarios
Entonces, con las manos llenas de flores empezó a repartirlas una por una a sus amigas. Daba una flor y les regalaba palabras de amistad. Luego se abrazaron todas. Ese día no jugaron a las cartas, sino a las palabras y los abrazos.
Le he visto, a Ramón, le he visto en calle, está igual que de jovencito. Me quedé parada y algo se encogió en mi estómago. Estaba guapo, con algo menos pelo. Pero era él, mi Ramón