Una esquina propia

Una esquina propia

En algún momento de la treintena, muchas de las mujeres aparcamos nuestras aficiones y sueños. Lecturas, intereses, étc... Las prioridades son el trabajo, la familia y poco más. Dejamos de lado nuestros arriates personales, donde poder florecer. 

Algunas, el poco tiempo de ocio que tienen se lo dedican a sus hijas, otras, a sus padres o parejas, y en muchas ocasiones, el tiempo que nos dedicamos a nosotras lo priorizamos en belleza o deporte, como si con eso bastara. 

Muchas de mis amigas, pasados los 40, empiezan a retomar hábitos y aficiones. Algunas se apuntan a alguna clase creativa, o a un club de lectura, o a clases de dibujo, pero no son todo lo constantes que les gustaría, y algunas, si no dan con lo que realmente les hace vibrar, lo acaban dejando. 

A mí, que no tengo hijos, también me ha pasado un poco eso. Estoy tan dedicada a mi proyecto, que abandono otros sueños, como si ''poder vivir de tu sueño'' fuese un premio que te hiciera renunciar a todo lo demás. 

Algunas mujeres jubiladas, veo que, si pueden escaparse a la rutina de los cuidados de los nietos, acaban apuntándose a cursos y haciendo muchas actividades. Recuperan el tiempo perdido. 

Y yo me pregunto, qué nos empuja a las mujeres a perder nuestras habitaciones propias, que quizás sí que podemos pagarlas, pero no podemos disfrutar ni de una sola de sus esquinas. La verdad es que es una pregunta retórica. Hoy en día, todas las mujeres sabemos los condicionantes sociales y personales que nos llevan un poco a ese callejón sin salida. 

¿Cómo podemos pasar a la acción?

Olvidándonos de la productividad:

Hemos llevado la productividad a un límite nada sano. Sentimos que debemos ocupar el tiempo hasta la extenuación y si lo hacemos, somos seres humanas dignas de un monumento.

Todo debe tener un propósito, un objetivo, porque perder el tiempo es de perdedoras. Pero es curioso, porque en una épica en la que el ocio debe ser productivo, tanto a nivel personal como de consumo, al final, nuestro cerebro se vuelve adicto justo a eso: a pasar el dedito sobre videos cortos y frases que olvidarás en los próximos días como si no hubiese un mañana. Y eso, amiga mía, solo es productivo para quien lo produce, o quien saca beneficio de ello. Como Instagram.

Olvidar un poco esa productividad y empezar a pensar en el placer que nos produce una acción concreta: patinar para sentir que vuelas por el suelo, bailar porque te pone endorfínica perdida, o leer novelas de tu gusto, puede ayudarnos a salir un poco de la rueda de la productividad.

Tatuándonos que ''perder el tiempo es bien''.

Cuando nos pasamos en casa todo el día del domingo sentimos que hemos perdido todo el fin de semana. Muchas personas encuentran placer en la acción y la actividad extenuantes, pero no todas somos así. En casa puedes tener conversaciones profundas, leer en voz alta, jugar, bailar sobre el suelo laminado, mirar por la ventana, o dormir siestas largas. 

Dándole valor a nuestro tiempo. 

El año pasado empecé a romper mi rutina de trabajo haciendo una pequeña salida de placer los miércoles. Fue todo un desafío dejar de trabajar los miércoles, pero me permitió encontrar placer en ''perder el tiempo''. Ya no mantengo esa rutina, porque me he apuntado a clases de cerámica y mi agenda no me permite tomarme un día libre, pero sí que tengo la capacidad de sentarme en el banco de una plaza y leer la novela o el libro que lleve encima. El tiempo que me dedico a mí es valioso, y el autocuidado va más allá de la belleza y el deporte.

Dejando un poco las redes y las plataformas de contenidos.

No soy una talibana antiredes, pero sí que he experimentado en mis propias carnes la desintoxicación que supone reducir su consumo, porque las redes son consumo. No voy a entrar a valorar todos los beneficios que nos aporta a nuestra vida dejar las redes un poco de lado, pero sí que voy a señalar uno: tiempo. Ese tiempo que dices no tener para nada. 

Llama a tu amiga, escribe una carta, lee...

Y no exigiéndonos tanto.

Sabemos que no tenemos que ser superwomans, pero en la práctica lo llevamos regulinchi. Además, las modas van cambiando para despistarnos. 

Sabemos de sobra que no debemos tener un culo bonito, la piel de porcelana, leer muchos libros, estar al día de las noticias, darlo todo y más en el curro, o que tus hijos tengan una vida perfecta ... Pero luego, la práctica no nos sale tan bien. Porque es difícil romper con todo eso, y sobrevolarnos para vernos desde arriba, como si fuésemos otras, y decir: si lo estás haciendo muy bien, niña.

Así que ahora, que estás asintiendo con la cabeza, es el momento de que te sientes en ''tu esquina propia'' y te plantees qué te hace vibrar, con qué te relajas sin esfuerzo, y qué te encantaría aprender, porque sí, para ti y disfrutar.

Soy de prometer pocas cosas, pero te prometo que no vas a parar de florecer una vez empieces a hacer aquello que te nace.

Mujer llena de flores

 

 

 

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