- Se ha ido para siempre- contestó Argelia.

Dejó de llorar.

La chica salió corriendo. Ella volvió a arrancar.

Llegó al pueblo donde quería ir al amanecer. La mar estaba calmada y la arena de la playa estaba lisa. Salió del coche y se descalzó.

Cogió el jarrón de flores y empezó a caminar hacia el agua.

Justo en la orilla dejó el jarrón en la arena, se quitó el abrigo de pelos de mentira, y el vestido que llevaba. Se quedó en ropa interior. Una no solía llevar bañador el día de Navidad.

Volvió a coger el jarrón y le habló: 

- 10 años Israel. 10 años desde que aquel día de Navidad dejaste de leerme los mensajes de los niños. 10 años en los que se quemaron las croquetas mientras llamaba a la ambulancia. 10 años en soledad, triste y apagada. 

Se secó las lágrimas.

- Mi vida sigue Israel, y yo me prometí venir a vivir aquí cuando me jubilara.

Cogió el jarrón, y dejó caer las cenizas en el mar. Después, se metió en la agua y comenzó a nadar.

- Ya nunca más haré croquetas- gritó con fuerza.

Nunca es tarde para cumplir las promesas que nos hacemos.

A partir de ahora viviría en...